Coronavirus | “En todo lo que podamos, ayudaremos”
23 marzo, 2020Coronavirus | “Los pacientes dermatológicos no deben suspender sus tratamientos”
24 marzo, 2020Si algo está dejando claro esta pandemia de coronavirus, es que el personal sanitario se está dejando la piel y el alma en la atención de los pacientes afectados. Sin embargo, son muchos los mensajes que llegan desde ese lado de batalla sobre las necesidades no cubiertas en cuanto a material de protección, refuerzo de personal o directrices necesarias para lidiar cada día de una manera segura con un riesgo no despreciable de contagio y con una carga de estrés importante.
Las carencias de material o de una escasa planificación previa frente a una pandemia no son exclusivas de nuestro país sino un mal generalizado del que se están haciendo eco las revistas científicas.
Un ejemplo de esta crítica es el artículo que publicó hace unos días la revista JAMA en el que se hace referencia a cómo está la situación en Estados Unidos, país en el que sanitarios de diferentes colectivos y sociedades médicas llevan semanas, incluso meses, pidiendo la compra de mascarillas y geles hidroalcohólicos y donde se ha denunciado cómo algunos hospitales no están preparados para poder ofrecer al personal laboral equipos de protección individual (EPIs).
Según una encuesta del 5 marzo, realizada por la Unión Nacional de Enfermeras de EE.UU., sólo el 30% respondió contar con suficientes EPIs para un evento de gran magnitud (el 38% dijo que no lo sabía). En esta misma encuesta sólo un 44% de las enfermeras dijo que los responsables de su centro sanitario les habían ofrecido la necesaria información sobre la enfermedad por coronavirus y cómo actuar.
La esfera emocional
Otro ámbito que está siendo poco o nada atendido es la esfera emocional. Los políticos, administraciones locales y responsables sanitarios “deberían ofrecer mensajes claros, manejar adecuadamente las expectativas, clarificar los turnos de trabajo y ofrecer suficientes recursos y equipos de protección. Para permitir que los médicos mantengan su bienestar y resiliencia durante la pandemia, los responsables deberían vigilar el bienestar de sus sanitarios y preocuparse proactivamente de su seguridad y la de sus familias”, reza un artículo que publica la revista Annals of Internal Medicine.
Esta pandemia de COVID-19, a diferencia de otros desastres como el huracán Katrina, conlleva unos factores generadores de estrés que se prolongan en el tiempo y que pone en riesgo la salud física, mental, espiritual y emocional de los sanitarios.
Los responsables de hospitales y sistemas sanitarios deberían ayudar a establecer tiempos para que los sanitarios puedan comer, descansar, parar… Así como reducir trabajos no urgentes, como consultas médicas no esenciales, algo que puede ayudar a promover bienestar mental. Iniciativa que sí se ha puesto en marcha en muchos hospitales españoles, casi se podría decir que en todos, pues las consultas externas han sido pospuestas para evitar el colapso hospitalario y el riesgo de infección en pacientes.
“Enfatizar en el bienestar de médicos y otros sanitarios durante la pandemia es necesario para permitirles poder ofrecer un cuidado de calidad”, concluye este artículo.
Situación en Reino Unido
Por su parte, la revista The New England Journal of Medicine publica dos interesantes artículos sobre esta pandemia y el impacto que puede tener en el sistema sanitario y cómo los líderes políticos deben tomar decisiones basadas en la ciencia y no en otros motivos. Así, el primero de estos artículos hace referencia a la posición de Boris Johnson frente a la pandemia que se negó a prohibir las reuniones masivas y dio por hecho que “muchas familias perderían a seres queridos antes de tiempo”. Su falta de acción todavía en la segunda semana de marzo –reza el artículo– discrepaba con las medidas que estaban tomando el resto de países europeos. No fue hasta el pasado miércoles 18 cuando el Gobierno británico, aconsejado por un grupo de expertos del Imperial College de Londres, anunció que los colegios deberían cerrarse.
“A pesar de tener acceso universal y gratuito a la asistencia de salud y contar con profesionales sanitarios leales, los médicos generales son muy escasos, muchos hospitales están viejos y sin equipos. El Brexit ha contribuido a la pérdida de personal médico y de enfermería europeo. Las reformas gubernamentales han descentralizado mucho el NHS (sistema sanitario británico) con más de 200 grupos de comisionados que pueden tomar decesiones independientes sobre dotación de personal y equipos. Los gobiernos en Gales, Escocia e Irlanda del Norte tienen una considerable autonomía. En un momento en que la administración central tanto de personal como de recursos podría ser más útil, la estructura descentralizada en la toma de decisiones conduce a la competencia por los recursos y a políticas inconsistentes”, señala David J Hunter, autor de este artículo de opinión y especialista de Salud Pública de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Este especialista señala que Reino Unido es el tercero en número más bajo de camas de hospital por cada 1.000 habitantes en el Grupo de 20 países. Denuncia que hay una gran escasez de pruebas diagnósticas por lo que se habla de casos sospechosos, los médicos y enfermeras utilizan mascarillas de papel y si les aparecen síntomas, la recomendación es aislamiento sin ningún tipo de prueba diagnóstica. “Salvo un milagro, un tratamiento y, en última instancia, una vacuna, el NHS de Reino Unido está a punto de experimentar un desafío como ningún otro previo en sus 70 años de existencia”, concluye.
Gestión de recursos y protocolos
El segundo artículo que publica esta revista, que viene firmado por expertos de diferentes universidades de Estados Unidos, Canadá, Brasil y Reino Unido, señala cómo hacer frente a la escasez de recursos y personal sanitario, haciendo un repaso por la situación que se está viviendo en Italia, Corea del Sur o incluso Estados Unidos donde, como se ha mencionado anteriormente, no hay mascarillas, equipos de protección individual, camas o respiradores suficientes para afrontar la demanda que la pandemia creará.
Se tendrá que gestionar y asignar recursos, dice el artículo, en función de estos cuatro valores: maximizar los beneficios ante la escasez de recursos, tratar a las personas por igual, promover y recompensar el valor instrumental y establecer prioridades en el peor de los casos. Estos valores éticos conllevan seis recomendaciones específicas: maximizar los recursos; priorizar la salud de los trabajadores sanitarios; no asignar a los pacientes por orden de llegada; actuar en función de la evidencia científica; reconocer la participación en la investigación; y aplicar los mismos principios a todos los pacientes, los que tienen coronavirus y los que no.
Se trata, con la primera medida, de dar prioridad a aquellas personas enfermas pero que podrían recuperarse si son tratadas con los recursos necesarios frente a las que tienen menos probabilidad de recuperación o aquellas otras que es probable que se recuperen sin tratamiento. No obstante, para pacientes con similar pronóstico, la igualdad debe de ser la norma fundamental.
Por otro lado, todas las intervenciones contra el SARS-CoV-19 (pruebas, equipos de protección, respiradores, etc.) deberían destinarse primero hacia sanitarios y aquel personal que atiende a personas enfermas ya que son los que se están enfrentando a un mayor riesgo de contagio y son difíciles de reemplazar, son un “instrumento de gran valor”. Es en ellos donde se deben priorizar estas medidas, y no “en políticos o personajes famosos, como ya está ocurriendo con las pruebas médicas”, señala este artículo publicado en NEJM.
“La aplicación de estos valores en la gestión de recursos pasa por el establecimiento de protocolos que incluyan a todas las partes afectadas: pacientes, sanitarios, administración y otros. Procedimientos que deben ser transparentes para garantizar la confianza pública en su equidad. […] De esta manera, se evitará que cada médico, de forma individual, se tenga que enfrentar a la terrible tarea de improvisar decisiones sobre a quién tratar, lo que supondría un coste emocional que puede persistir de por vida”, concluye este artículo.