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27 enero, 2016Día Mundial de la Lepra
29 enero, 2016Existe una cierta tendencia a ignorar el pasado, incluso a descalificarlo. Y ello, a pesar de ser una verdad tan antigua como la que proclama que quienes olvidan la historia se ven obligados a repetirla, errores incluidos.
De poco sirve la espléndida fachada de un edificio, si sus cimientos son endebles. La primera deslumbra, pero los segundos aseguran que se mantenga en pie. Los soportes enterrados en la oscuridad resultan imprescindibles para que persista la luminosa belleza exterior.
La dermatología actual, tan variada y brillante, le debe mucho a aquellos primeros especialistas que, con escasos medios técnicos y económicos, trataron las enfermedades de la piel. Muy probablemente, ellos no sabían entonces que estaban cimentando, con su abnegada dedicación, una especialidad que ha ido avanzando hasta alcanzar la pujanza de la que hoy disfruta.
Sobre la experiencia de aquellos pioneros ha podido levantarse una especialidad que hoy figura entre las primeras seleccionadas por los estudiantes de medicina y que alcanza un nivel de conocimiento entre la población impensable hasta hace pocos años.
La presencia de la dermatología en los medios de comunicación ha sido creciente, hasta el punto de que los problemas relacionados con la piel ( tanto desde el punto vista médico como estético) constituyen hoy una de las preocupaciones sociales más extendidas.
Como ocurre en arquitectura, la cimentación de la especialidad ha requerido de muchos esfuerzos que permanecen en el silencio que el oscuro soporte sacrifica para que brille la hermosa fachada. Sirvan estas pocas líneas para sacar, por una vez, a la luz el mérito de los primeros dermatólogos de cuya constancia y abnegación ahora se beneficia una especialidad al alza.
Miguel Aizpún